19 septiembre, 2006

Uno


El joven muchacho se acurruca en su cama y se prepara, cogiendo la mejor posición que su (grasiento, celuloso y huesudo) cuerpo permite, para contemplar el lento desfile de sueños que una noche más tendrá lugar. Sueños bonitos y dulces, sueños de nubes de chicas, sueños de pájaros amigos, de asesinos libres que persiguen libres individuos.
El alma, poco a poco, va cogiendo la mejor postura, dentro del huesudo, grasiento y celuloso cuerpo, para deparar todos los sueños posibles. Querrá absorber todo lo que la larga y corta noche dé de sí, en la fría, angustiosa y húmeda noche de hoy.
El estado de ensoñación es un símil del estado de ebriedad; es nuestro subconsciente el que “realmente” “actúa”. ¿Qué hay de malo, por tanto, en abusar de la bebida si ya tendemos por naturaleza a abusar de este estado de ensoñación? Digamos que son estados parecidos, pero nunca serán iguales, porque sólo hay dos cosas iguales en esta (diferente en apariencia, pero en esencia idéntica) vida: los días y los individuos.
Pero ya abandono por hoy.
Voy a preparar mi cálida e insípida mente para un nuevo e incierto sueño.

“Ebrio se puede mantener el control hasta cierto punto, es la elección que se tiene a cada trago que se da” (J. Douglas Morrison)

04 septiembre, 2006

¿Bosquezo? Sí, bosquezo (Intento de Prólogo dos)


Bosquezo. Sí, bosquezo.
No, bostezo no. No, bosque zoo no. Simple y llanamente: bosquezo.
¿Qué te sugiere bosquezo? A mí me sugiere un entramado de palabras que se pierden -con o sin sentido- en tu pantalla electrónica, pero que buscan conectar con tu cerebro de algún modo. Sí, conectar con tu cerebro, como si fuera una pequeña neurona que intenta traspasarte un pequeño mensaje -con o sin sentido-.
Ya hice un intento de Prólogo, pero quedé insatisfecho. Por eso estoy aquí hoy: para intentar explicar con un poco -pero muy muy poco- más de precisión cuál es la misión de este blog dejado de la mano de Dios (que soy YO). Sí, el Dios del blog soy YO, porque YO -únicamente YO- decido el devenir de este weblog.
Pero a lo que íbamos (no quiero viciarme con cuestiones espirituales que nos atañen a Dios y a Mí). Incendio en el bosque de las ideas -mi pequeña criatura, mi primogénito literario- nace como consecuencia de una serie de inquietudes que -precisamente por su ausencia de quietud- remueven mi colon y hacen que mi viscosa conciencia no esté de ningún modo tranquila, sosegada para pensar con total claridad. De ahí que necesite vomitar, con periodicidad aleatoria, ciertos sentimientos ciegos que cobran visión cuando son -aquí- alumbrados.
Incendio en el bosque de las ideas puede no tener ningún sentido, o sí tenerlo. Eso depende de tí.
Yo simplemente lanzaré pensamientos -unas veces completos, otras incompletos- que, como dije, me molestan en lo más profundo de mi ser. Ese es mi propósito.