19 septiembre, 2006

Uno


El joven muchacho se acurruca en su cama y se prepara, cogiendo la mejor posición que su (grasiento, celuloso y huesudo) cuerpo permite, para contemplar el lento desfile de sueños que una noche más tendrá lugar. Sueños bonitos y dulces, sueños de nubes de chicas, sueños de pájaros amigos, de asesinos libres que persiguen libres individuos.
El alma, poco a poco, va cogiendo la mejor postura, dentro del huesudo, grasiento y celuloso cuerpo, para deparar todos los sueños posibles. Querrá absorber todo lo que la larga y corta noche dé de sí, en la fría, angustiosa y húmeda noche de hoy.
El estado de ensoñación es un símil del estado de ebriedad; es nuestro subconsciente el que “realmente” “actúa”. ¿Qué hay de malo, por tanto, en abusar de la bebida si ya tendemos por naturaleza a abusar de este estado de ensoñación? Digamos que son estados parecidos, pero nunca serán iguales, porque sólo hay dos cosas iguales en esta (diferente en apariencia, pero en esencia idéntica) vida: los días y los individuos.
Pero ya abandono por hoy.
Voy a preparar mi cálida e insípida mente para un nuevo e incierto sueño.

“Ebrio se puede mantener el control hasta cierto punto, es la elección que se tiene a cada trago que se da” (J. Douglas Morrison)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bendito blogo, devastador!
Que la selva de ideas y pensamientos vomitados siga su curso y se haga más y más frondosa!
Salud, marinero!

Sr. Nadie dijo...

Eso espero: que todos juntos ayudemos a que el Sr. Nadie llegue a ser (el día menos pensado)todo un Sr. Alguien.
Un saludo afectuoso.