19 octubre, 2006

Dos

Estamos peligrosamente solos sobre esta superficie tibia y verde.
Prueba a no comer durante algunos días las sabrosas frutas del bosque.
Prueba a arropar los sueños con adoradas mantas de hierba y tierra.
Estamos tan solos como perros moribundos,
como estrellas en el firmamento de un Dios desconocido.
No es la música lo que escuchamos
son acordes sueltos con un sentido rítmico
que nuestro ensayado cerebro traduce en melodías significativas.
Estamos tan sumamente acostumbrados a nosotros mismos que nos llegamos a odiar.
Odio al prójimo y al del más allá.
Bautizados con el agua que nace de ríos de fracaso y la sabiduría parcial. Lo que nos lleva a convertirnos en seres totalmente prescindibles, como es prescindible una porción de cielo azul y limpio.

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